Con 'Normal' me ha pasado lo mismo que a Benito Olmo: "me lo leí de una sentada". En mi caso fueron varias (leo en el Cercanías de 'Madrid Disculpen las Molestias', en varios trenes y con huelga por medio). Ingenioso, agudo, irónico e inteligente. La incursión de Roberto López-Herrero en la novela policíaca es brillante, como si lo hubiera hecho toda la vida. Él, que es modesto, dice que le debe mucho a sus crítico-amigos, su editora... Y si le dejáis le pasa lo que a Pedro Almodóvar: te mienta hasta la Virgen de Guadalupe. Es su primera novela en este género, pero no porque sea un escritor novato. Nada de eso. (En aras a la brevedad, no pienso escribir aquí los títulos de sus dos novelas anteriores). Es que le gusta picotear de género en género y no siempre liba precisamente de los néctares que más le atraen. No os voy a contar nada de 'Normal'. El título lo dice todo: "el asesino es normal". Os la leéis, os lo pasáis bien y se lo agradecéis a Roberto. Aquí os dejo un aperitivo dramático. Eso sí, salpicado de algunas de sus habituales notas irónicas:
"Me obsesioné con contar los destellos de luz en la esquina de la televisión. Mil ciento doce en no sé cuánto tiempo, pero eso también acabé detestándolo, odiándolo".
"Odiaba todo. Me odiaba a mí, odiaba a Manu, odiaba al tipo que le había disparado, a la Tacones por haber aparecido, a Vila por haberla llamado... Odiaba a Lara porque me faltaba, pero no la quería cerca. No así. No conmigo en ese estado. El odio era cómodo, era confortable. Me hacía sentir algo al menos, no esa quietud forzada por la agresividad de sonidos y olores que se aliaban con la gravedad de la Tierra para aplastarme".
"Me quería morir y tenía miedo a morirme a la vez. Pensaba en todo el daño que iba a hacer a la gente que me quería si moría, pero también en que lo único lógico era que yo muriese. Así funcionaba mi cabeza, traicionándome en la oscuridad, poniéndome en la tesitura de elegir entre la vida angustiosa y la muerte aterradora. Todos estamos un poco muertos cada día."
"Odiaba todo. Me odiaba a mí, odiaba a Manu, odiaba al tipo que le había disparado, a la Tacones por haber aparecido, a Vila por haberla llamado... Odiaba a Lara porque me faltaba, pero no la quería cerca. No así. No conmigo en ese estado. El odio era cómodo, era confortable. Me hacía sentir algo al menos, no esa quietud forzada por la agresividad de sonidos y olores que se aliaban con la gravedad de la Tierra para aplastarme".
"Me quería morir y tenía miedo a morirme a la vez. Pensaba en todo el daño que iba a hacer a la gente que me quería si moría, pero también en que lo único lógico era que yo muriese. Así funcionaba mi cabeza, traicionándome en la oscuridad, poniéndome en la tesitura de elegir entre la vida angustiosa y la muerte aterradora. Todos estamos un poco muertos cada día."
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