lunes, 11 de julio de 2016

Mixar López: 'Prosopopeya: la voz del encierro' (2)

El AK42, de fabricación soviética, fue el arma emblemática con la que, al grito de pan, tierra y libertad, se hicieron las revoluciones centroamericanas de los '80 en el siglo pasado. Mixar López es un escritor mexicano que empuña la palabra con un estilo muy personal y sus mensajes destellan en ráfagas contra un poder establecido que nos condena al hambre y a la miseria. Lo hace desde una realidad dura, cruel, sin concesiones. Por eso le llamo AKLópez42. 

Esta es la segunda entrega del folletín que iniciábamos el viernes con su obra inédita y que sólo podéis leer estos días en Libretería: 'Prosopopeya, la voz del encierro'. El relato que os estamos ofreciendo se titula 'Al penal por la puerta chica y a los clásicos por la puerta rusa'.

Mañana, la tercera entrega del folletín.



(...)"La confianza no tiene que ver con técnica, trucos o herramientas, sino con carácter, y mi carácter era alebrestado, para qué les voy a mentir, cuando alguien me preguntaba ¿qué llevas ahí?, yo les contestaba de manera desinteresada, —llevo quesos, o qué crees que llevo ¿una bomba nuclear?, ¿vas a pensar que llevo un AK-47 en un queso Cotija? Ese tipo de respuestas fatuas ofuscaron a federales y soldados durante dos años. Es la confianza, ya te digo, el pegamento que une todas las relaciones, el que cierra los tratos, pero como dijo Warren Buffet, el inversor gringo que nada sabe de quesos pero sí de empresas: “Se necesitan veinte años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla” y la mía, la de burrero especializado en transporte de marihuana se derrumbó en veinte minutos. Ni modo, el queso es hediondo, y te puede apestar la vida".

"El ingreso al Cereso fue surrealista, como estar dentro de “Destino”, aquella película de Disney y Salvador Dalí. Un lugar enorme con mucha tensión comprimida, a punto de estallar. La “cárcel” era un bunker de presos con delitos federales que creían dominar el lugar, la mafia siempre preside la caterva en ese tipo de lugares, una tuerca que aprieta hacia adentro, siempre para adentro. Qué construcción tan horrenda era el Cereso uruapense, toneladas y toneladas de hormigón utilizados en la reclusión, el temor y la más espantosa de las estéticas feístas. Un verdadero culo de rata que llevaba el púdico eufemismo de centro de rehabilitación, una oda al vómito y la desesperanza. A diferencia de otros Ceresos, en el de Uruapan íbamos ostentando nuestra miseria textil, es decir, íbamos vestidos de civiles, además de eso, éramos consignados a extremistas dormitorios privados, no sin antes permanecer en observación, una estadía que podría durar días, meses o años; ese tiempo en reflexión era relativamente “importante”, ya que de esa estadía dependía tu futuro dentro o fuera del lugar. Ahí podrían conocerte o darte por el culo, y a partir de eso, estar al tanto de tus aptitudes: De lo grande o pequeño de tu verga, o del ángulo de tus nalgas".

"Las personas tienen una idea equivocada de la prisión, gracias a la podrida maña de creerle a la televisión. El cine se ha encargado de mantener un orden ilícito y sucio dentro de las cárceles, y quizá sea acertado, pero sin todos esos actores bonitos que caracterizan ese circulo vicioso del policía y el ratón. El Cereso de Uruapan era un Centro Recreativo a diferencia de los planteados por Hollywood, vamos, que yo no estaba en la Alcatraz de Al Capone, ni en la Isla del Diablo de la Guyana Francesa, me encontraba en un parque animado, en donde todos los días eran putos días libres, por no decir de fiesta. Los presos corrían por el inmueble como Heidi en los campos y praderas suizas, un verdadero fiasco autoritario"(...) 



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