miércoles, 13 de julio de 2016

Mixar López: 'Prosopopeya: la voz del encierro' (y 4)

Los que habéis llegado hasta aquí, los que habéis leído el primero de los relatos inéditos de Mixar López en su Prospopeya, debéis saber a estas alturas algo importante. Mixar López es bastante inaccesible. Su vida depende de ello. La ha reconstruído. Sí. Pero el pasado le persigue con un arma en las manos llena de balas y plomo que llevan su nombre. Sí. Lo confirmo. Mixar es el 'burrero' del cártel de Sinaloa del que habla en esta crónica-relato o un personaje reconstruído a partir de sus vivencias. Mixar pasó diez años en el peligroso 'Cereso de Uruapan' y aún lo sigue pagando caro. Pero eso no le hace menos escritor. Es un gran cronista, columnista y narrador, con un estilo que no admite comparación y con una cultura que empezó a adquirir en la biblioteca del presidio que os ha descrito.
Ahora, si queréis, seguir leyendo. Acabad el relato. Mañana, la entrevista.


(...)"Yo era como el hijo bastardo de Kurt Cobain y Eddie Vedder, un grungero de la mala escuela, aficionado al ruido y la inexistencia. El marquitos, por su parte, escuchaba música barroca. Me hablaba continuamente de músicos como Cesare Bendinelli, Paolo Quagliati y el cabrón de Hieronymus Praetorius, ese hombrecillo alemán que gustaba del órgano y la onda renacentista; de este último escuchábamos todas las tardes su Magnificat en latín, misa que poníamos especialmente los días de visita, o lo que yo llamaba “El Nalgometro”, cuando todas las nalguitas, —incluida mi Reyna— desfilaban por los pasillos del bosque de hormigón uruapense, sedientas de faje y olvido".

"Al Marcos, ese varoncillo callado y taciturno, capaz de hundirle un gancho de ropa en la garganta a cualquiera, le debo mi cultura de hombre de clase media. Además del chess y la música barroca, le debo las letras, es raro, porque por lo general, la mujer que te da la vida, te procura las letras también, pero mi jefa sólo sabía historias burdas, chismes más bien, y un niño de cinco años no sabe qué hacer con las hablillas, más que imitarlas. Por eso El Marcos me enseño lo que es la literatura ¿You know?, los putos soviéticos, Papá. Así entré a los clásicos por la puerta Rusa: Pushkin, Gógol, Dostoievski, Tolstói, Chejov y Máximo Gorki mi favorito, ¿por qué?, bueno, el tipo fue un puto vagabundo por toda Rusia, las crónicas de sus hambres, locuras y avenencias están escritas en su libro “Los Vagabundos”. La pura neta, un tipo férreo, cojonudo. A base de billetazos, nos hicimos encargados de la “Biblioteca” —otro puto fundillo de rata— éramos nosotros quienes nos encargábamos de pedir a las editoriales los libros mas anómalos en inusuales del mercadillo editorial. Libros de la onda y el crack de México, un vergel".

"No sé cómo pagarle al Marquitos, salió antes que yo, y aún así me seguía cuidando el carbón, me mandaba Big Mac´s de McDonald´s, camarones deliciosos, o perico, que me hacía llegar con un custodio de nombre Don Mayito —por su parecido con el Patiño de Paco Stanley— aunque la neta, la mejor droga se movía siempre adentro, incluso había gente de afuera que venía a comprarnos a nosotros; eran tiempos prósperos aquellos, de una paz a punta de tablazos en las nalgas de los que se interpusieran en nuestro camino de drogos cultos encerrados".

"Del Marcos no conservo ni una foto, no tengo nada, más que las reminiscencias, sus expresiones en las citas de los viejos rusos, en las misas renacentistas, en un jaque mate bien ejecutado. Desearía poder verlo y retribuirle, invitarle unas chelas o pagarle una puta, reorganizar nuestras miserables vidas. Pero estamos maleados, desde el puto tuétano hasta la coronilla. Recuerdo sus ultimas palabras, al Marcos, igual que a la mamacita de la Highsmith, no le gustaba la moral, pero sí la honestidad: “No te contagies de la mediocridad de la gente podrida, continúa preparándote para enfrentar la maquina que te espera afuera, no dejes que cumplan con el cometido de sacarte del juego, no dejes que te cojan vivo.” Hablaba posiblemente del ajedrez, el Marcos lo conversaba todo en metáforas el cabrón, en fin, seguí en el juego, desde mi propia trinchera, no sé si para bien o para mal, sólo sé que la cárcel es una tremenda educación en la paciencia y la puta perseverancia, You Know What I Mean?".

1 comentario:

  1. El matrimonio con un alcohólico también es una pinche escuela y por
    lo que dices se parece a la cárcel.

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