Calló fulminado cuando le faltaba sólo un mes y cinco días para alcanzar la cifra redonda de 60 años de edad. A Truman Streckfus le destrozó la vida un cáncer de hígado. Había adoptado el apellido del segundo marido de su madre, un cubano, Joe García Capote, y se había codeado con las bellas de Hollywood como Marilyn Monroe o Audrey Hepburn. Truman Capote pasaría a la historia como el precursor de lo que más tarde llamarían nuevo periodismo con mayúsculas. Pero eso fue antes de que terminara en las garras de la revista Playboy. De un primer golpe vendió la envidiable cifra de 300.000 ejemplares de esta novela. Esto es una advertencia. Esta historia no es ficción. Hay cinco años de esfuerzos de Truman Capote en una investigación sobre el terreno. Esto que vais a leer es sólo un aperitivo de lo que os espera en 'A sanfre fría':
"Pero la cama estaba vacía aunque parecía que alguien hubiera dormido en ella. Así que fuimos hasta el final del corredor y al abrir la última puerta encontramos, allí en su lecho, a la señora Clutter. La habían atado, también. Pero de otra manera, con las manos por delante, de modo que parecía estar rezando y en una mano tenía, agarraba, un pañuelo. ¿O era un kleenex? La cuerda que le rodeaba las muñecas le bajaba hasta los tobillos que tenía atados uno contra otro y de allí iba al pie de la cama, en una de cuyas patas había sido atada; un trabajo complicado y hábil. ¡Pensar el tiempo que habría requerido! Y mientras tanto la mujer allí, loca de terror... Bueno, pues llevaba puestas algunas joyas, dos anillos (y ésa es una de las razones por las que yo siempre descarté el robo como motivo), una bata, camisón blanco y calcetines blancos. Le habían tapado la boca con cinta adhesiva pero como le dispararon a quemarropa a un lado de la cabeza, la explosión, el impacto, había desprendido violentamente la cinta adhesiva. Tenía los ojos abiertos. De par en par. Como si todavía estuviera mirando al asesino".
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