jueves, 7 de julio de 2016

Mixar López: 'Prosopopeya: la voz del encierro' (1)

A veces. Sólo a veces encontramos en nuestra vida gente extraordinaria con un talento extraordinario. Tengo en eso una suerte desmedida, endemoniada o poco frecuente. Desde que arranqué este proyecto de Libretería he compartido con vosotros algunos de esos talentos que busco sin buscar en mí o, por el contrario, me tropiezo de narices con ellos cuando no soy capaz de verlos. Este que os voy a presentar es uno de esos. Y es especial. Cuando leáis lo que escribe y cómo lo escribe comprenderéis lo que quiero decir. A mi me ha dado por llamarlo el nuevo Truman Capote mexicano. 

Existía a principios del siglo pasado una sección en los periódicos hoy olvidada y desterrada. Le llamaban folletón o folletín. Voy a recuperarlo para vosotros con este relato: os lo ofreceremos  íntegro y en entregas. Es inédito. No está publicado. En argot periodístico: es una exclusiva mundial. Parte se publicó en México. Lleva por título: 'Al penal por la puerta chica y a los clásicos por la puerta rusa'. Más que una historia de relatos son los relatos de una misma historia que el autor ha reunido en una obra que ha llamado 'Prosopopeya: la voz del encierro'. 

Concluído el folletón -más bien folletín- os contaré lo que sé de su autor: Mixar López. Volveré a sorprenderos. Y repito sólo vais a poder leer este obra aquí, en La Libretería. Empieza así:




Al penal por la puerta chica y a los clásicos por la puerta rusa

¿Puede extrañar que la prisión se asemeje a las fábricas,
 a las escuelas, a los cuarteles, a los hospitales,
 todos los cuales se asemejan a las prisiones?
                                                                                                            Michel Foucault


"Era un Sol rabioso el de aquella tarde de abril de 1998. Los azules que me llevaban a prisión hacían “chistes” entre ellos. Simple rutina, fanfarronería del poder iletrado. Eso eran las personas que me arrestaron, unos simples analfabetas funcionales al servicio del Estado, carne de cañón, carroña en descomposición. ¿Quién era yo? Un narcotraficante profesional caído a cuestas por errores milimétricos, por causecuencias y gajes en el oficio del transporte de droga".

"Delitos contra la salud en su modalidad de transporte de mariguana, esa fue mi infracción y según el fucking artículo ciento noventa y cuatro del título séptimo, se me impusieron diez años de prisión por producir, transportar y fabricar narcóticos. Diez años, la cantidad, la cifra, el número, el tiempo, no los tenía en la mente, no lo había calculado aún, escuché “diez años” como había atendido los chistoretes pueriles de los uniformados, es decir, sin gracia alguna, con todo mi desprecio, mi puta indiferencia. Diez años, ¿cuántas cosas pueden pasar durante ese lapso de tiempo? La inocencia de un niño, la de mi hija Irán, la madurez del árbol que plantamos juntos, las cintas que no veríamos en el cinema, toda la música, los días tirados al Sol frente al mar, el pueblo de Guerrero siendo violentado o rehabilitado, todas aquellas calles que no recorrería con mi esposa Reyna. Aún no lo sabía, ¿qué era para mí una década? NADA, un montón de días curis con sus horas almidonadas, abotargadas en una vida gris y hastiada hasta su madre. No son nada para quien ha entregado su vida al servicio de la droga. Quizá tenía los saquillos llenos de dinero hasta ese momento, pero mi mente se encontraba completamente vacía, eso pasa cuando la nada supera la realidad, y diez años bastarían para reprogramarla. Así entré por primera vez al puto Cereso de Uruapan Michoacán".

"Me había abrigado el Cártel de Sinaloa, fundado en el ochenta y nueve, y aún liderado por Ismael Zambada y Joaquín “El Chapo” Guzmán. Aunque mi jefe directo era un especialista en “el clavo”. Un tipo de nombre José de Guerrero, narcotraficante a nivel Estado, especialista quirúrgico en ocultar la droga y diseñar rutas para el Cártel. Itinerarios diseñados en su mayoría para el Cártel de Tijuana. ¿Qué cual era mi trabajo? El transporte, yo era un puto burrero, uno de los buenos, entregaba la droga a los diferentes puntos, claro, en cantidades no tan grandes para que lo cabrones de más alto rango no tuvieran tanto arriesgue. Y lo hacía bien, aunque quizá te parezca algo irrisorio: Transportaba la droga en taras de plástico, de polietileno y de goma, con dos capas de queso y quince kilos de marihuana. El destino era el Distrito Federal, o la nueva Ciudad de México —gracias a la impericia de Mancera— de ahí era recogida por gente del Cártel de los Arellano Félix".

"Dicen que los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo, ahora precisamente lo estoy perpetuando, escribo no a manera de moral, porque la moral envenena, es una vieja herramienta de los débiles, los incautos. A mí, como a Patricia Highsmith, me interesa la moral, a condición de que no haya sermones"(...)  



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